jueves, 5 de noviembre de 2009

Reflexión



Hola a todos. Escribo porque estoy un poco cansado y alarmado a la vez por las voces que se suelen ver en Internet, especialmente vía mail como cadenas, voces que tienen a la vez mucha furia, y muy poca sensatez.

Es más que frecuente que por Internet nos lleguen mensajes “alentadores”, cargados de “valores” supuestamente en abandono o crisis. Recientemente, por ejemplo, recibí un mail con motivo de la marcha de género en Tucumán, texto que horrorizado mostraba la metodología de protesta de varias mujeres contra instituciones religiosas y contra la violencia en general, metodología que en alguna medida no comparto, pero por causas diferentes a las mencionadas en dicho mail; y otro de un supuesto “capo”, que atacaba las políticas sociales con una virulencia y una necedad dignas de un perfecto estúpido.

Tal vez estén acostumbrados ya a los mensajes y a los powerpoint “alentadores” y “hermosos”, que encierran “enseñanzas de vida” tras las cuales se alienta un reaccionarismo y un puritanismo insoportables, ante el avance de una “degeneración actual”, que es ni más ni menos que el cuestionamiento sistemático, lúcido y conciente de los valores de una sociedad cristiana y capitalista que se queda chica ante los cambios y adelantos del mundo actual.

Por mi parte, no considero que las cosas hoy por hoy estén bien. No pienso que la violencia sea un tema menor. No pienso que la tecnología sea enteramente positiva, ni pienso que cada valor nuevo sea necesariamente bueno. Pero considero esto en formas bastante diferentes a las que se suelen ver por este medio.

Vayamos al primer mail que comenté: en este powerpoint, mencionaba horrorizados la “heroica resistencia” de los cristianos de la ciudad Tucumán frente a sus “malvadas” huéspedes, las terribles feministas que protestaban (con todo derecho) por el derecho a los anticonceptivos gratis, contra la violencia de género, contra la discriminación, y a favor de una ley que permita el aborto, términos con los que estoy completamente de acuerdo (excepto con el aborto, con el cual no tengo opinión alguna: es una discusión y una decisión que debe quedar en manos de las mujeres). La metodología de protesta fue el escrache a iglesias, que intentó parar un grupo de gente creyente del lugar. Lo que sobre todas las cosas atacaba el mail era que las mujeres habían mostrado sus tetas y se besaban entre ellas en público, algo que a mi juicio es perfectamente coherente y sano, ya que da muestras de libertad con sus cuerpos, y de amor con las personas, cuando en realidad lo más criticable fuera que entraran en contacto físico con sus rivales, pintándolos. Esto va contra todas las reglas del escrache, que tiene estrictamente prohibido el contacto, porque es contraproducente: da herramientas a los imbéciles para quejarse y demostrar su “superioridad”. La causa es perfectamente válida, y el resto de la manifestación fue estupenda y positiva.

Del segundo mail no hace siquiera falta hablar: un pobre imbécil reaccionario y con plata, pero decididamente peligroso, que no tiene ni puta idea de lo que habla porque vive en un frasco de mayonesa vencida. Lo único que le faltaba era pedir a gritos que volvieran los milicos.

Lo peligroso de estos e-mails es su profunda ignorancia con respecto a los cambios que atraviesa la sociedad, y su patética nostalgia de “tiempos mejores”. La palabra clave para esto es “respeto”.

Creo profundamente que la época que atravesamos es sensiblemente superior a las anteriores. No estamos ni de casualidad en una época dorada, ni ausente de problemas, ni segura. Hay terribles flagelos sociales y culturales que deben ser solucionados, pero la mayoría de ellos estaba presente en épocas anteriores. Claro está, que sin tanta alharaca.

Lo bueno de esta época es que nos hemos dado cuenta de que las cosas están mal. Nos dimos cuenta de que la violencia social es una catástrofe, nos dimos cuenta de que no hay justificación posible para la violencia de género, nos dimos cuenta de que el modelo tradicional de familia y sociedad está caduco, y que es en buena medida responsable de muchos de los problemas sociales. Claro, como las cosas ahora son visibles, la gente piensa que eso antes no existía, que antes estábamos bien, cuando en realidad lo que pasaba era que las cosas no se veían.

Pongamos un ejemplo: piqueteros. Son la rama dura de la protesta social. Mucha gente los odia porque le interrumpen el paso a sus casas y sus trabajos, armados con palos, quemando gomas, y con las caras tapadas protestando por cosas justificadas o no. Pero al que se queja de ellos poco le importan las causas. Ahora, pongamos en perspectiva la rama dura de la protesta hace treinta años: montoneros. Protestando por cosas justas o no, estaban armados con armas largas y bombas. ¿Qué diferencia vemos? Para mí es claro. Esta “violencia” de los piqueteros, tan “nueva y hostil” es sensiblemente menos feroz que montoneros, y protestan por las mismas causas. Personalmente pienso que el exceso de piquetes es poco efectivo porque provoca más hartazgo que apoyo, y pienso que las protestas se deberían unir en tiempo y lugar, en vez de dispersarse y sostenerse en el tiempo por poca gente, y que se debe ser responsable en las causas de la protesta. En última instancia, lo que veo es que el sector medio se queja contra “esos negros” que los obligan a pasar por otra calle y a llegar quince minutos más tarde a sus casas desde sus trabajos o de llevar a sus hijos al colegio, sin saber que muchos de “esos negros” están reclamando precisamente tener un lugar al cual llegar después de un trabajo que les gustaría tener, o una escuela a la cual llevar a sus hijos…

No sé, me parece que es muy claro con quién me quedo…

Otra queja, la pérdida de valores. Esta es tal vez la más insostenible de las quejas. A todas luces, somos mejores personas hoy que hace veinte años. Siguen habiendo escenas de violencia familiar, egoísmo, explotación y abuso, pero somos también una generación de hombres que le cocina a las mujeres, que sabe tratarlas como a personas concientes y no como al “sexo débil”. Pensamos las cosas mil veces antes de casarnos o tener hijos, muchas veces optando por un sano “no, gracias” antes que encarar algo tan importante como una paternidad o maternidad, no sintiéndolas como algo obligatorio, para no tratar de reproducir sistemas nefastos e irresponsables. Somos una generación que toma el divorcio como algo que pasa, y no como un estigma. Preferimos encarar nuestra vida sexual y amorosa en forma harto más responsable que las generaciones anteriores, educadas para casarse “para toda la vida” sin tener en cuenta que el amor puede acabarse, y que es más sano terminar las cosas en buenos términos que acabar como Barreda.

Y como hijos, somos una generación que mira a sus padres como personas, no como dioses o como enemigos. Escuchamos muchas veces su música, nos interesamos en sus trabajos, aunque mantenemos nuestra independencia. Tenemos un trato de afecto en lugar de un trato de miedo o veneración, o no tenemos trato. Si la familia no es positiva y nos destroza, la hacemos aparte. Antes que familia, las personas son personas, y las tratamos como tales, aunque tengamos un trato familiar también.

También somos una generación que se toma la homosexualidad y la bisexualidad con aceptación, como una posibilidad más entre muchas opciones sexuales. No marginamos tanto a nuestros putos, aunque (como dice Capusotto) si la tolerancia está en Avellaneda, nosotros todavía estamos en el Florencio Varela de la discordia. Pero ya salimos de La Plata, al menos.

La caída de los valores cristianos, y el avance del ateísmo son vistos como una desgracia. ¿Lo son? No lo creo. En lugar de ser gente que pone la mirada en el cielo, en una vida posterior a esta, somos los creadores de un mundo propio, humano, que se preocupa por éste mundo, que intenta mejorar las cosas para las personas vivas, y que actúa (o trata de hacerlo) en lugar de pedir auxilio a dios. Aún los creyentes son más sensatos que antes, poniendo este mundo por sobre el otro, teniendo a dios como una cosa medio difusa más allá de la comprensión humana, no como una regla universal.

Somos, sí, una sociedad caótica. Tenemos problemas propios muy graves. Pero son diferentes a los que se ven en estos mails. Me molesta un poco la tendencia gusanesca de vivir de los padres hasta los 30 años, me molesta la pesadez de culo de la gente que no se compromete con su entorno y me molesta la frivolidad absurda de la televisión, pero son cosas que ya existían. Hay cosas que cayeron y que quizás no debían, como una mayor conciencia política y educativa, tal vez, pero en buena medida fue producto de una fuerza extremadamente reaccionaria (militares) que en todo Latinoamérica hizo destrozos, y de un sistema económico de explotación, pero también se cuestionan.

No veo una “pérdida de valores fundamentales”, sino más bien un cambio, positivo y también peligroso, una evolución que puede salir muy bien o muy mal, pero que es necesaria. Los valores antiguos se cuestionan, sí, y está bien que eso se haga. Espero que queden los que sirvan, y se desechen los que no sirvan o sean nocivos. Pero creo que la posibilidad de cambio es responsabilidad NUESTRA, que debemos hacernos cargo de nuestra época, y de la forja de la futura sabiendo que tenemos que tener cuidado de meter la pata, de no volver a caer en viejos vicios o en vicios nuevos, así como las desastrosas generaciones anteriores dieron vida a esta. Los valores cambian. La sociedad cambia. Alegrémonos, y sigamos cambiando. Hagamos de este mundo algo humano, democrático y responsable. Saludos a todos.

Esteban Ruquet